Tengo amigos de todos los signos políticos. Unos son de izquierda, otros de derecha, otros de centro y otros que no quieren saber nada de política. Pero lo que nadie dice ni hace es que hay que unirse, comprenderse, perdonarse, respetarse…, y pensar en solucionar los graves problemas que nos rodean.
Para cualquier persona sensata y exenta de rencor y radicalismo, lo importante es la búsqueda de soluciones conjuntamente.
Vemos, continuamente, insultos y acusaciones de unos a otros, de derecha a izquierda, de izquierda a derecha…, pero lo que no se ve es que eso, precisamente, es lo que interesa a los que gobiernan. Mientras el pueblo se pelea por imponer sus ideales, los gobernantes se ríen internamente y se dedican a darse la gran vida. Porque lo que nadie piensa es que todo gobernante lleva implícito el egoísmo, sea del signo que sea. Piensen por un momento si algún gobernante pasa hambre, o se queda sin cobrar, o deja de disfrutar vacaciones, o se recorta el sueldo, o renuncia al coche oficial, o…, y así podríamos seguir hasta el infinito.
Tenemos que darnos cuenta que todos los que han gobernado lo han hecho muy mal. En la política española es gratuito delinquir. Y no digamos la forma en que se agrupan y apoyan los partidos para hacerse con el poder. Porque no debemos engañarnos. Si un ciudadano vota un partido y ese partido consigue ser el más votado pero no llega a tener mayoría absoluta, es inconcebible pactar para hacerse con el poder. Es un gran defecto, tanto para la izquierda como para la derecha. Se dan circunstancias inauditas, como por ejemplo está ocurriendo constantemente, que un partido que ocupa el cuarto o quinto lugar en número de votos, tenga en el gobierno a algunos de sus miembros. Todo para perpetuarse en el poder. Todo vale. Porque ya la derecha, para gobernar en su día, pactó con un partido autonómico y las concesiones no se hicieron esperar. Evidentemente, la izquierda hace lo mismo, pactar con minorías para gobernar y el resultado es, vía chantaje real, virtual o figurado, conseguir que algunos de sus miembros entren en el gobierno.
Es gracioso ver cómo, de forma gratuita, se llama fascista a todo el que no piensa igual. Creo que nadie sabe realmente lo que significa esa palabra. Simplemente se utiliza como insulto. Porque digamos, a modo de ejemplo, que si alguien mata por no pensar como él, ya está llevando la palabra fascista en su frente. Y lo ha hecho la izquierda y la derecha. Actualmente vemos cómo llaman fascistas y ultras a algunos partidos. Creo, firmemente, que eso es un insulto, primero a la Constitución, porque ha legalizado ese partido político y segundo, es un gravísimo insulto a todo ciudadano que lo ha votado. Cuando lo observo, simplemente pienso que la persona que lo dice no sabe lo que dice y, por supuesto, su extremismo político le hace caer en lo mismo que critica: el fascismo.
Fijémonos en otros sistemas de votación. Por ejemplo, el que contempla una segunda vuelta. No es perfecto (ninguno lo es), pero si mejor que el nuestro. Consiste, simplemente, que a una primera votación se presentan todos los partidos legalizados, grandes, pequeños, localistas…, pero solamente pueden concurrir a una segunda vuelta los dos partidos más votados. El resultado es que uno de ellos siempre gobierna con mayoría absoluta y el otro es la oposición. Creo que es infinitamente mejor sistema, porque si lo hacen mal, a la siguiente legislatura desaparecen.
Volviendo a nuestro sistema se dan paradojas como las siguientes, que traigo a colación a modo de ejemplos simplemente. Pongamos a cualquier líder de la oposición, de izquierda o derecha, reclamar al que gobierna, por ejemplo, que baje el precio de le energía eléctrica (la luz, para entendernos). Éste suele responder que no depende de ellos, sino de las empresas. Pues todos mienten cuando son gobernantes, pues resulta que más de la mitad de la factura son impuestos. Lo mismo sucede con la gasolina y con otros artículos que son de primera necesidad y no de lujo.
En fin, que todo es mentira. Estoy harto de oír por parte de los gobernantes, que hagamos un sacrificio y no gastemos en cosas superfluas. Pues ellos no predican con el ejemplo, precisamente. Aún no he visto a un presidente, de derecha o izquierda, que se prive de pasar unas vacaciones a lo grande, con avión privado, comilonas, guardaespaldas, séquito, utilizando recursos públicos…
Bueno, creo que ya da para pensar un poquito. Y eso sin entrar a valorar la cantidad de cargos políticos que tenemos en España, gobierno, autonomías, ayuntamientos, congreso, senado, diputaciones y las diferencias entre las distintas regiones españolas.
Como no quiero que este escrito se eternice, lo considero suficiente, por ahora, para ir pensando un poco y ver qué soluciones podemos poner en marcha entre todos, sea del signo e ideología que sean.